jueves, 7 de junio de 2012

Entre la vida y la muerte

    Solo éramos Emma y yo. Ella me miraba con ese brillo en los ojos que me enamoraba. El brillo que tenía siempre cuando estaba conmigo. Yo le acariciaba el pelo mirándola tiernamente, sin querer dejarla ir. Emma tenía un gesto de tristeza en su semblante. Desde que le habían diagnosticado cáncer nuestra vida había cambiado. Las mañanas soleadas eran ahora nubladas, las tardes tibias para nosotros eran frías y las noches de luna eran ahora una sola oscuridad. Mis llantos internos me carcomían el corazón a la vez que el tumor en el estómago de Emma le carcomía su vida. Yo demostraba fuerza, valor, pero por dentro me moría. El amor que sentía por Emma me consumía poco a poco. Algo que tendría que ser agradable, estar enamorado, solo me daba razones para llorar. Ella se me iba, mi vida era Emma. Si ella moría yo lo haría también. Pero la amaba demasiado como para dejarla ir, no la iba a abandonar nunca. 
    Emma apenas hablaba. Estaba ahogada en su propio ser, ensimismada. Ya no me miraba, estaba perdida observando a una niña de rulos rubios, que ahogada en llantos terminaba de recibir una vacuna. Su mamá la acariciaba queriéndola consolar, pero la pobre niña seguía empapada en lágrimas. Emma miraba esa escena con un poco de envidia tal vez. Sonrió. Hacía varios días que no la veía así, sonreí también. 
    Detrás nuestro había un señor en silla de ruedas que esperaba con su nieto a ser atendido. El niño, a la misma altura que su abuelo le daba besos en la frente y el anciano con una sonrisa sincera en el rostro, le hacía cosquillas, lo que provocaba intensas carcajadas. Emma observaba la felicidad de las personas deseosa de ternerla también. Bajó la mirada al piso. Me di cuenta que sus esperanzas estaban agotadas. La abracé queriendo consolarla, pero no gané nada. Una lágrima se deslizaba por una mejilla de Emma. La vida se nos escapaba de las manos, la felicidad nos abandonó. En ese momento tomé consciencia de lo valiosa que es la vida. Uno valora lo que tiene cuando lo deja de tener. Estaba enojado conmigo mismo, aunque yo no tuviera la culpa. Tenía ganas de llorar y gritarle al mundo cuánto amaba a Emma. Susurrándole al oído se lo dije. Otra lágrima salió de sus ojos y ella mirándome me besó en los labios. 
    Fuimos interrumpidos por la voz del médico que con una lista de nombres en la mano, buscaba a Emma. Nos paramos y nos dirigimos hacia él. El médico nos miró sonriente. Emma y yo salimos de la sala de espera y entramos al consultorio. El médico, sin esperar ni un minuto, nos tomó de las manos y dijo: 
    -Les pedimos perdón por estas horribles semanas que les hicimos pasar. Todo fue un error de papeleos, están esperando un bebé.

2 comentarios:

  1. muuuuy lindo, clarichaaaaan :3
    me puso triste, y como estoy medio emocional casi me pongoa llorar :(
    Chaucitooo :)

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    1. jajajaja gracias :D Nooo! Casi te hago llorar :( Igual termina lindo

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